Coordenadas
San Nicolás del Puerto: un oasis en medio del "Far West" sevillano
San Nicolás del Puerto es uno de esos pueblos que sorprenden. Pequeño, tranquilo, aparentemente escondido en la Sierra Norte de Sevilla, guarda en su entorno una mezcla de historia y naturaleza que lo hace único.
La mina
f3795bb5-7b91-4e6d-9d15-bc5f769182ee_16-9-aspect-ratio_default_0
A unos minutos del casco urbano se encuentra el Cerro del Hierro, un lugar que impacta desde la primera mirada. Lo que hoy es un paisaje de agujas rocosas, pasadizos y paredes escarpadas fue durante siglos una mina de hierro. Los romanos ya extraían mineral aquí, aunque fue en el siglo XIX, con la llegada de ingenieros británicos, cuando el lugar vivió su mayor actividad.
El Legado británico
217432a4-ae7e-47f8-9218-f31d4dd8322b_16-9-aspect-ratio_default_0
The Baird’s Mining Co. Ltd. explotó la mina del Cerro del Hierro desde el año 1895 hasta bien entrado el Siglo XX. Dejando tras de sí una arquitectura típica colonial inglesa. Una muestra representativa de este estilo es la iglesia. Un pequeño templo anglicano de estilo colonial. Construida en piedra caliza, daba servicio a los ingenieros y técnicos que trabajaban en la mina. Hoy permanece cerrada y en ruinas.
La catástrofe
88d8b7d0-c8aa-483c-b9ad-20adff5f8dba_16-9-aspect-ratio_default_0
El cierre de la mina del Cerro del Hierro supuso un antes y un después para la zona. Durante años, la minería había sido el motor económico y, al desaparecer, muchas familias se vieron obligadas a marcharse en busca de trabajo. El poblado quedó casi desierto y la actividad se apagó por completo. Con los años, el entorno ha vuelto a cobrar vida gracias al turismo y al interés por su valor natural e histórico, aunque en una escala mucho más modesta.
La iglesia
8529aaea-9f57-4c70-80fe-024f58fd5e4e_16-9-aspect-ratio_default_0
En contraste con la iglesia anglicana encontramos La Iglesia de San Sebastián, en San Nicolás del Puerto, es un templo mudéjar construido entre los siglos XV y XVI. Aquí fue bautizado San Diego de Alcalá, patrón del pueblo, cuya fiesta se celebra en noviembre con procesiones y actos religiosos. Destaca su retablo cerámico con imágenes de la Virgen, San Diego y San Sebastián. Aunque sencilla, es un lugar muy querido por los vecinos, que mantienen vivo el culto con celebraciones a lo largo del año.
El puente romano
84f1f34c-ff3b-432d-807a-712ec2abb2fa_16-9-aspect-ratio_default_0
El puente romano de San Nicolás del Puerto cruza el río Galindón y es uno de los vestigios más claros del pasado romano en la zona. Aunque ha pasado por varias restauraciones, conserva buena parte de sus arcos de piedra originales. En su momento fue clave para el comercio y las comunicaciones locales. Hoy en día es un símbolo del pueblo y un lugar que mucha gente visita, especialmente durante las fiestas y las rutas de senderismo por la Sierra Norte de Sevilla.
La playa
00eee874-ad39-4a08-aebe-01b8b4f39a1c_16-9-aspect-ratio_default_0
Con temperaturas récord año tras año la playa fluvial es uno de los lugares más animados del pueblo en verano. Tiene zonas de baño, césped, sombra y chiringuitos, lo que la convierte en un sitio ideal para refrescarse y pasar el día. Es un lugar muy frecuentado tanto por vecinos como por visitantes, especialmente los fines de semana. Para muchos, es uno de los planes imprescindibles cuando aprieta el calor. Pocos pueblos tan alejados de la costa pueden presumir de tener casas a pie de playa.
El Oasis
Vamos a hacer una parada. Este es el sonido de la vida, del agua milenaria que lleva siglos dando forma al paisaje, que calma la sed y hace desaparecer el calor. Herman Hesse en su novela Siddhartha escribió:
El rio está a la vez en todas partes, en su origen y en su desembocadura ,en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente, y que para él no existe más que el presente, sin la menor sombra de pasado o de futuro.
Una reflexión
a409be09-8da7-44f5-a07a-409e997c786e_16-9-aspect-ratio_default_0
Las cascadas son sin duda uno de los mayores atractivos de este lugar. Según recorres el sendero puedes sentir el drástico descenso de la temperatura, se escucha el agua, se oyen los juegos de los niños. Es un tesoro que los habitantes de esta dura tierra han aprendido a valorar y conservar.
Quizás el lector de la capital o de otro lugar deba pararse a reflexionar en cómo cuidar este entorno que desgraciadamente es cada día más único. Único porque otros han desaparecido fruto de la masificación turística y el cambio climático, porque no lo hemos valorado a tiempo.
Visitemos las cascadas sólo con lo imprescindible y dejemos sólo nuestras pisadas en el camino.